El All England fue escenaro de un gran impacto: Rafa, bicampeón y finalista el año pasado, se despidió en segunda rueda con una inesperada caída ante Lukas Rosol, 100º del mundo, en cinco sets. Por Andrés Prestileo / Enviado especial
29 de Junio de 2012 - 00:22
La bronca de Rafa
LONDRES.- Una película macabra, con Robin Soderling como
protagonista y rodada en Roland Garros en 2009, se proyectaba en la
cabeza de Rafael Nadal. Conocía el final, pero peleaba inútilmente por
cambiarlo. Esta vez el malvado no era sueco, sino checo, pero los rasgos
básicos eran los mismos: un tipo que le jugaba como si él no fuera
Nadal, como si no estuvieran en la cancha central del All England, como
si se tratara un partido anónimo, insignificante. La proyección malévola
dejó de atormentar a Rafa tres minutos después de las diez de la
noche.Ese lugar legendario y respetable hacía rato que se había transformado en algo muy parecido a una cancha de fútbol. Lukas Rosol, el villano en cuestión en la pesadilla de Rafa, ya había devenido en héroe para buena parte de los 15.000 testigos directos de su hazaña, que lo habían apoyado como si fuera un ser querido. "¡Lukas, Lukas!", le gritaban a esta espiga flexible de 1,96m, que jugó y ganó el partido de su vida. Es cierto que, para alguien que hasta ayer había estado en apenas cinco torneos de singles en Grand Slams, no era difícil superar sus propios récords, pero el que consiguió anoche es de los que no necesitan comparaciones. Lo espera en la tercera rueda el alemán Philipp Kohlschreiber, pero Rosol disfruta esta hora. Su hora.
El tenis alimenta su interés en la incertidumbre, en el misterio que encierra todo juego en el que no se gana ni se pierde hasta el último punto. Pero el tenis, también, hace su historia con nombres propios, con jugadores que les ponen un límite a esas dudas, que invitan a apostar por el destino de un partido. De Nadal sabemos que sobreviviría a un ataque nuclear; su leyenda está hecha de reacciones épicas, regresos imposibles para cualquier otro humano. Vive mucho más de eso que del lucimiento o la genialidad. En esa certeza radicaba la tensión que flotaba en la cancha: en algún momento, Rosol tenía que aflojar. Pero si algo asombró en la actitud del muchacho cuyo triunfo más recordado fue "contra Jürgen Melzer en Roland Garros, el año pasado", como él mismo respondió más tarde, fue no haberlo permitido jamás. Se plantó como un top ten cuando empezaba la tarde y terminó así, con la noche cerrada.
Hace cuatro años, cuando Rafa y Federer ofrecieron aquella final inolvidable, Wimbledon empezó a sentirle el gusto al tenis en penumbras. Anoche, esa sensación aquí casi desconocida sumó la de la cancha cerrada, circunstancia que alimentó la controversia porque ocurrió cuando la voluntad de piedra de Nadal empezaba a insinuar que todo terminaría como casi siempre. Rafa ganó el cuarto set y el partido se interrumpió 45 minutos para cerrar el techo corredizo y encender las luces ("¿No se puede jugar con luz artificial sin cubrir la cancha?", se quejó después Nadal, antes de reconocer que con la cancha descubierta igual perdía dos sets a uno).
Sólo cabía esperar que el torero regresara para liquidar la faena, pero el toro tenía otros planes. Rosol, que ya desde un primer set que Nadal sacó adelante sólo por su categoría, había atormentado al español con saques y devoluciones a la velocidad de un rayo, regresó fresco, como si no hubiese jugado antes ("Más que sorprenderme, lo vi casi irreal", lo describiría Rafa). Como los buenos boxeadores, pegó de entrada. El quiebre a Rafa en el primer juego fue el principio del final. Los golpes que desde entonces le tiró el campeón no lo quebraron nunca más. En uno de los tantos rincones estupefactos del estadio, Toni Nadal se acomodó el gorrito y miró para abajo. Nadal llevaba siete años sin perder en una segunda rueda en un Grand Slam, desde aquel Wimbledon de 2005, cuando apenas tenía 19 años. Rosol cerró la función más feliz de su carrera con el último de sus 22 aces. Tres de ellos los había despachado en ese game final, todo un alarde de suficiencia y desfachatez. Dejó caer las rodillas en la tierra y escuchó la ovación con la que probablemente ni había soñado. Tal vez ni miró la pizarra que marcaba el 6-7 (9), 6-4, 6-4, 2-6 y 6-4; lo ocupaban sensaciones mucho más profundas que las que pueden dar unos simples números.
Cambio en el top 3
Nadal retrocede una posición
La eliminación prematura le costará a Rafael Nadal un retroceso en el ranking: el lunes siguiente al final del torneo, el español dejará el puesto número 2 y caerá a la tercera posición. Por el momento, Roger Federer ya se aseguró el ascenso al segundo escalón, pero el suizo está en condiciones de ser nuevamente el líder de la clasificación: para ello, indefectiblemente, debe ser campeón en Wimbledon, para lo cual tendría que vencer a Novak Djokovic, el actual N° 1, en las semifinales.